Decía Enstein que nada se pierde, todo se transforma. El árbol que antes fuera verde hoy rojizo despide sus ojas, las cuales se descompondrán en el piso y servirán de abono para nuevas hojas la próxima primavera. La vida es cíclica y vivimos en este mundo retroalimentandonos. Las pérdidas y frustaciones pasadas nos sirven de alimento para afrontar nuevos desafios. Las lágrimas derramadas en el suelo fortalecen nuestras raíces.
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